En 2020, siguiendo ambas vertientes y en plena cuarentena, inicié recorridos por una ciudad sitiada que todavía conserva parte de su memoria forestal. En mis recorridos habituales, inicié una especie de inventario de aquellos árboles locales que en la ciudad de Asunción pueden encontrarse, a veces en gran tamaño.
Munido con metros de lienzo y una escalera empecé el trabajo. Cada pieza de tela fue enjuagada, envuelta en un tronco y frotada con la misma tierra de la que el árbol nace y se alimenta. Me gusta pensar que en ese gesto puedo revertir simbólicamente un daño y al mismo tiempo generar una memoria de aquello que estamos perdiendo.»